A Coruña es una ciudad que nunca deja de sorprender. Antes todos
estaban orgullosos de su ciudad, de lo que se había hecho, del
proyecto urbano desarrollado. Ahora parece que todo lo anterior estaba
mal y los mismos políticos locales que antes lo alababan ahora lo recusan.
Ya sabíamos que A Coruña tenía serios problemas de movilidad y de
tráfico en general; ya sabíamos que era una ciudad hedionda muchos
días, que los problemas ambientales eran notorios; también éramos
conscientes de un crecimiento masificado y de un espacio urbano
agobiante; y que una arquitectura ramplona y gris entristece su imagen
y la propia identidad urbana. Todo eso lo sabíamos y lo habíamos
escrito de mil maneras. Otros lo pensaban y lo decían. Es más, en la
base europea de datos urbanos, A Coruña es la ciudad de la fachada
atlántica con mayor densidad urbana y con mayor invasión del
automóvil. Y por eso, muchos esperábamos del nuevo plan general una
respuesta correctora.
Pero ¿con qué nos encontramos? Con un plan que incrementa la densidad
urbana con más de 30.00 viviendas, que todo lo cifra en un sistema de
transporte que, tal como van las cosas, parece lejano en el tiempo.
Los espacios de propiedad pública vacantes (fábrica de armas, estación
de autobuses, estaciones de Renfe, terrenos portuarios en desuso), en
lugar de ser aprovechados para dotar a la ciudad de espacios verdes y
abiertos cercanos a los ciudadanos, nos presentan un futuro donde la
densificación residencial y terciaria encuentra nuevas oportunidades
de negocio, para seguir con la masificación.
A cambio, los parques urbanos trepan por las montañas, donde nadie los
usa y donde nadie los mantiene. Nos regalan también unas cuantas
calles semipeatonales arboladas, muy pocas, que nos venden como
corredores verdes. Se ve que la ciudad aspira a seguir concentrando el
crecimiento y los equipamientos metropolitanos. Aun cuando hable del
área metropolitana, no hay un verdadero proyecto descentralizador, con
nuevos espacios residenciales, tecnológicos, empresariales y de ocio
en los municipios de la periferia, de manera que la ciudad resultante
sea más abierta, más verde, más equilibrada y más policéntrica. En una
palabra, más metropolitana y menos localista. Sin duda, un mal futuro
para una ciudad que necesita respirar más y mejor, que necesita
mejorar el confort urbano, pero no solo de palabra sino de verdad. Es
una pena, pero así son las cosas en esta y en la mayoría de las
ciudades gallegas. Galicia necesita replantear totalmente su política
urbana, más allá de los planes generales municipales.
http://www.lavozdegalicia.es/opinion/2009/01/09/0003_7448463.htm