18 oct 2008

Mi tio Emilio , entrevistado por La Voz De Galicia



QUE ILUSION ME ACABO DE LLEVAR¡¡ MI TIO ENTREVISTADO PARA LA VOZ DE GALICIA COMO UNO DE LOS ULTIMOS PORTEROS DE LA CIUDAD.


Coruñés en su rincón | Emilio Iglesias Lago

«Los porteros somos una especie en vías de extinción»

Testigo excepcional de la evolución de la plaza de Vigo, lleva 46 años ocupándose de la intendencia del edificio Equitativa

Intentar mantener una conversación con Emilio Iglesias Lago en la zona de la plaza de Vigo es como hacerlo con una celebridad. La frecuencia de saludos por parte de los viandantes es continua, y a todos responde Emilio por su nombre: «Es que son muchos años aquí, y la gente termina conociéndote». 46 años, toda una vida, son los que lleva este coruñés «natural del Gurugú», al frente de la portería del número 24 de la calle Emilia Pardo Bazán, es decir, del edificio Equitativa. Y eso que entró a ocupar este puesto como algo provisional: «El portero que había se jubiló y un cuñado mío se interesó por la plaza. Pero finalmente se dedicó a otra cosa y nos lo ofreció a mi mujer y a mí, que lo cogimos como algo temporal. Y hasta ahora».

Es uno de los últimos supervivientes de su profesión, a la que defiende a capa y espada: «Hay muchos edificios que necesitan un portero. Este, por ejemplo, tiene un trasiego enorme de gente durante todo el día, porque hay consultas médicas, despachos de abogados... Si se estropea el ascensor y hay que esperar a que lo vengan a arreglar, pues imagínate. Así que lo amaño yo y ya está», cuenta mientras lamenta que hayan ido desapareciendo sus colegas: «Hace 20 años, solo en Pardo Bazán, había una docena de porteros. Ahora quedo solo yo, y alguno por Juan Flórez. Somos una especie en peligro de extinción».

Por delante de los ojos de Emilio han pasado las diversas remodelaciones que ha sufrido la plaza de Vigo. Desde que era «un erial con un par de palmeras y que tenía la comisaría en un lateral», hasta la última reforma: «Al principio tenía unas escaleras en el centro y un cierre de arbustos. Jugábamos aquí a la pelota, y cuando nos caía dentro de la comisaría, salíamos corriendo», recuerda. Respecto a la actual apariencia de la plaza, reconoce que en un principio no le convencía demasiado, pero que ha servido para revitalizar la zona: «Fíjate en los bares y en las terrazas. Es octubre y están llenas. Todos los chavales por ahí jugando, y las madres, tomando un café a unos metros. Todavía hay gente que protesta, pero es que hay que darle tiempo. También se protestó cuando se amplió la avenida de Alfonso Molina, y mira ahora». En el portal contiguo, donde estaba el cine Equitativa, están realizando las obras de acondicionamiento para que este local albergue el Registro Civil. Entre estas y las de la plaza, Emilio lleva una buena temporada soportando el ruido de los martillos: «Es imposible hacer obras sin molestar a nadie, pero el resultado merece la pena. Además, lo gordo ya pasó», dice resignado.

Vive con su mujer y dos de sus cuatro hijos en el ático de este edificio que no tiene garaje: «A mí me da igual, no tengo coche. Ni siquiera tengo carné. Además, esta es la mejor zona de la ciudad, sin lugar a dudas», afirma tajante.

La vida profesional de Emilio se dirigía en un principio a las artes gráficas: «Empecé trabajando como chico de los recados en la imprenta Abascal, en la calle Cordonería, y con 13 años me fui a trabajar a la imprenta Alfonso. Era, y soy, minervista, aunque también manejaba la Boston para hacer tarjetas. Después llegó la Heidelberg, y esa ya la atendía otro chaval», recuerda sobre las máquinas que hacía funcionar. Al escucharle hablar sobre su etapa en la imprenta, uno se da cuenta de que para Emilio no era solo un trabajo. Es un auténtico erudito en técnicas de impresión y su pasión continúa intacta a día de hoy, preocupado por las novedades tecnológicas aplicadas al papel impreso: «Cojo las revistas y puedo pasarme horas mirando lo bien hechas que están. Es increíble la perfección que se alcanza ahora. ¡Ya me gustaría entrar en un taller de impresión para ver cómo hacen esas maravillas!». Pues el deseo ya está lanzado.

1 comentario:

Noelia dijo...

Aqui aqui aqui no hay quien viva.. Y además se llama Emilio! curioso.. Y curioso que aun queden personas que se dediquen a esto. Es una pena que profesiones así se acaben perdiendo. Muchas veces los avances tecnológicos acaban con trabajos en los que las relaciones humanas son fundamentales.

Felicidades por tu tío y que pases buena semana.

Noe