Salgado releva a Álvarez como «ogro» de la Xunta en Madrid
Cuando el pasado 12 de abril Zapatero hizo público su nuevo Gobierno, fueron muchos los que en Galicia se felicitaron por el hecho de que la comunidad conservara tres ministerios. Elena Espinosa sumaba además las competencias de medio ambiente. César Antonio Molina conservaba Cultura, desde donde, además de su excelente gestión, había mostrado una gran sensibilidad hacia Galicia. Y en Administraciones Públicas, crucial para las transferencias pendientes hacia Galicia, se mantenía la ourensana Elena Salgado. No solo su origen gallego, sino su fama de buena negociadora y su seriedad presagiaban lo mejor.
Seis meses después, Espinosa y Molina mantienen intacto su prestigio y su compromiso con Galicia. Pero Salgado no solo ha defraudado las expectativas, sino que se ha convertido, a juicio de muchos, en un obstáculo para el desarrollo del autogobierno de Galicia. Hasta el punto de que hay quien considera que Salgado, con su rigor y sin hacer ruido, perjudica más a Galicia que Magdalena Álvarez con sus salidas de tono, sus desplantes y su manantial de titulares.
El pasado viernes, Salgado volvió a echar en Vigo un jarro de agua fría sobre las aspiraciones de la Xunta, refrendadas unánimemente por las tres fuerzas políticas del Parlamento gallego, de que el Estado ceda a Galicia las competencias de tráfico y seguridad vial. Y a pesar de que ya en el final de la pasada legislatura el Gobierno se comprometió con el BNG a estudiar ese traspaso para ejecutarlo en la actual, la ministra no se inmuta. «No está contemplado en el horizonte de la legislatura», afirmó. Las razones de esa negativa a ultranza a ceder a Galicia unas competencias que Cataluña disfruta desde el año 1997 no están claras. Y Salgado tampoco se esforzó en aclararlas. «Sigo sin ver relación entre la mejora de la seguridad vial en Galicia y la transferencia del tráfico», afirmó el viernes, como si ese fuera el problema.
El PNV si lo logro
Desde diversos ámbitos se sospecha que tras esa falta de explicaciones se esconde una desconfianza del Gobierno en la capacidad de Galicia para asumir competencias relevantes. Esa sospecha se alimenta por ejemplo en declaraciones como las del director general de Tráfico, Pere Navarro, mucho más locuaz que Salgado, que en julio del 2007 responsabilizó a «los gallegos» de la alta mortalidad en sus carreteras debido a su «pesimismo crónico e histórico» y a que padecen un «problema psicológico» que les lleva a no intentar reducirla.
Con esos argumentos, el objetivo se antoja difícil. El portavoz del BNG, Francisco Jorquera, acaba de comprobarlo en su negociación sobre los Presupuestos. El Gobierno ha estado dispuesto a ceder en casi todo, pero de la cesión del tráfico, ni hablar. El BNG retiró la propuesta de la mesa a cambio de mejorar la oferta. Pero otras fuentes se preguntan si el Bloque no arrojó la toalla demasiado rápido y desaprovechó la oportunidad de doblegar la contumaz negativa de Salgado. Quienes así opinan ponen un ejemplo muy próximo. El PNV, en esa misma negociación, derribó un muro que parecía igual de sólido. La ministra de Ciencia e Innovación, Cristina Garmendia, rechazaba de plano la pretensión del PNV de que se cedieran al País Vasco las competencias sobre I+D+i. Pero el PNV insistió en percutir ahí, pugnando por esa competencia y renunciando a una pedrea de millones. El PNV, vasco, logró doblegar a la ministra Garmendia, vasca. Pero el BNG, gallego, no doblegó a la ministra Salgado, gallega.
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