31 jul 2008

Como el de Ramses II pero con Reloj

Georges Brassens se preguntaba en una canción si el obelisco es monolito o no. Y con razón, porque monolito es el obelisco dedicado a Ramsés II que se levanta en la plaza de la Concordia de París, hecho de una sola pieza, pero no el Obelisco coruñés de los Cantones. ¿Y qué tienen que ver uno y otro monumento? Pues alguna relación hay entre ellos.
El barco Luxor, que transportaba la inmensa columna egipcia hecha con granito rosa de Asuan -de 23 metros de alto y 230 toneladas de peso- atracó en su viaje desde el Nilo al Sena en el puerto de A Coruña, donde permaneció quince días, aseguran las crónicas, a pesar de que la escala iba a ser sólo de dos.


(El Obelisco de la Plaza de la Concordia, en Francia y su gemelo de Egipto)

Los coruñeses que tuvieron ocasión de contemplar el magnífico obelisco quedaron sorprendidos y transmitieron a sus conciudadanos el deseo de no ser menos que los parisienses, elevando otro monolito, aunque de otras proporciones y con reloj.
Dos coruñeses de pro, Narciso Obanza y Ricardo Caruncho, idearon a finales del siglo XIX erigir un monumento al político Aureliano Linares Rivas, en agradecimiento a sus desvelos por la ciudad. Linares Rivas, padre del dramaturgo, había presionado en Madrid para que se aprobase el proyecto de Obras del Puerto y para la llegada del ferrocarril a la ciudad.
Obanza y Caruncho vieron la ocasión de levantar un monumento semejante pero que no fuese mero ornamento, sino que tuviese alguna utilidad pública, de ahí que tenga reloj, barómetro, termómetro, pararrayos y hasta veleta en forma de bergantín con unas islas para saber por dónde sopla el viento.
Dos escultores coruñeses, Saturnino y José Escudero, proyectaron el monumento, que se inauguró el 10 de febrero de 1895 en medio de un fuerte temporal y fuertes lluvias, después de intentarse por todos los medios que el reloj funcionase, cosa que a duras penas se consigue aún hoy.
El reloj, de cuatro esferas, debía marcar la hora de A Coruña y la de Madrid, casi veinte minutos de diferencia respecto al sol. Fue encargado a Francia por el relojero coruñés Emilio Vergue y colocado sobre un capitel corintio sustentado en una columna acanalada y hueca, para alojar los mecanismos del reloj, diseñada por el arquitecto Gabriel Vetini.
El escultor madrileño Carlos Nicoli se encargó de los trabajos en bronce, entre ellos el relieve de Linares Rivas y las alegorías de las artes, la industria, el comercio y las armas que figuran en la base del monumento.
El obelisco coruñés fue elevado en los años cincuenta para ponerse a la altura de los edificios del Cantón, que han seguido creciendo y hoy han vuelto dejarlo bajito. Sobre todo si se piensa en el obelisco de la Concordia parisiense, en el que también hay un reloj por medio. Dicen que fue producto de un intercambio entre Luis XVIII y el monarca egipcio Mohamed Alí, que entregó a Francia el colosal monumento a cambio del regalo de un reloj, que para colmo no funcionaba.
Otra teoría es que el obelisco fue llevado a París a instancias del egiptólogo Champollion para salvarlo de su venta a los ingleses.
Fuera como fuese, el traslado fue toda una aventura. Se tardaron años en hacer cálculos y se construyó un barco, el Luxor, para transportarlo desde la ciudad del mismo nombre, descendiendo el Nilo, cruzando dos mares y remontando el Sena. Finalmente, fue erigido con la ayuda de 300 hombres y máquinas elevadoras en la plaza de la Concordia de París el 25 de octubre de 1836, rodeado de gran celebración.

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