8 jul 2008

Los mil nombres de A Coruña



Cuenta la leyenda que Brigo, bisnieto de Noé, llegó a Galicia procedente de Setúbal (Portugal) y se instaló en lo que ahora se conoce como Bergondo. Desde su palacio real organizó el asentamiento de su tribu: los brigantinos. Entre las poblaciones que fundó estaba A Coruña, a la que se llamó Corny, en referencia a la forma del lugar, pues en celta significa lengua de tierra. El historiador ferrolano Benito Vicetto fue uno de los precursores de esta teoría, pero existen muchas más sobre los orígenes de la actual urbe coruñesa y de su toponimia. La ciudad vive un intenso debate sobre si se debe permitir que A Coruña sea también La Coruña. En los siglos XIV y XV, sus habitantes y los turistas que llegaban la llamaban de mil formas distintas: Crunia, Crunna, Curunia, Corunna... pero no se produjo la discusión que 600 años después se ha elevado alrededor de su nombre.

La ciudad cumple este año su 800 aniversario, pues en 1208 el monarca Alfonso IX le otorgó la carta fundacional y pasó a disfrutar de los privilegios de cualquier otra urbe de la época. Sobre esta efeméride no hay dudas, pero sí sobre otros capítulos de la historia de A Coruña. Los historiadores discrepan sobre el origen del topónimo, aunque políticos y asociaciones vecinales sí se han puesto de acuerdo, pero para polemizar sobre cuál es el verdadero nombre. La legislación vigente obliga a decir A Coruña, pero un importante sector de la sociedad exige la cooficialidad, su derecho a traducirlo al castellano, es decir, que la L tenga su sitio en letreros y documentos oficiales.

Los orígenes del nombre de la ciudad se confunden entre escritos con rigor histórico y fábulas y leyendas que con el tiempo hablan de cuál es la primigenia de la actual A Coruña. Entre las últimas, una de las más conocidas es la de Hércules. Alfonso X, en su Crónica General, habla de que cuando el héroe quiso poblar la región la primera de su pueblo que llegó a la zona fue una mujer, Crunna. Varios autores latinos-más novelescos que científicos- afirman que el nombre se modificó hasta convertirlo en Clunia, pero esta teoría ha sido descartada porque se confundió a la ciudad gallega con un pueblo de la provincia de Burgos y que en la actualidad es Coruña del Conde. En un giro más de tuerca, hay historiadores que incluso apuntan a la posibilidad de que Alfonso I ordenase a vecinos de la ahora Coruña burgalesa coger sus bártulos para asentarse en la Coruña gallega. Lo que está claro es que escritores y vecinos de la época no se ponían de acuerdo sobre cómo llamar a la villa marinera pero cada uno le daba el mote que más le gustaba. Ahora, las discrepancias acaban en los juzgados -el Ayuntamiento aún mantiene un recurso en los tribunales para exigir la cooficialidad del topónimo- y con nuevas leyes de por medio: la Concejalía de Normalización Lingüística, dirigida por el BNG, elaboró el borrador de una ordenanza, que ya ha sido tachada de "imposición" por el PSOE, en la que obliga a los ediles a hablar en gallego en los actos públicos y a utilizar el topónimo oficial, es decir, A Coruña.La teoría más rigurosa sitúa el origen toponímico de la ciudad en la llegada de los romanos y, con ellos, del latín y su Brigantium. Aunque para otros -más soñadores, quizás- la ciudad de Brigancio fue fundada por el pueblo ártabro, que dominaba las tierras que se extendían desde Noia a Ortigueira. Parte del grupo, los brigantinos, fueron quienes llegaron al punto donde ahora vigía la Torre de Hércules.

La historia de A Coruña es la historia de las sombras, sobre todo tras la desaparición del imperio romano y los primeros siglos del medievo, en la Alta Edad Media. Fue entonces cuando el faro romano cobró una gran relevancia. Los textos de la época hablan de Farum Bregancium, Farum Procantium... incluso de Farum Brecantium, como aparece en la Crónica de Alfonso III. Esta etapa de farum fue muy dura para la vieja Brigantium, que vio cómo una pequeña población levantada a pocos quilómetros le restaba el protagonismo que antaño había tenido. Era lo que ahora conocemos como O Burgo, en Culleredo, cuya traducción de la época sería algo así como Burgo del Faro. Tal es el ostracismo al que se ve abocada A Coruña que, en el año 991, Bermudo II conceda los dominios de estas tierras -llamadas el condado (commiso) de Faro- a la Iglesia de Santiago. A su manera, la capitalidad es ya un punto de debate hace mil años.

A Coruña comienza a coger forma. El gran salto toponímico y que además coincide con la época en la que A Coruña sale del ostracismo se produce en el siglo XII, cuando el nombre de la ciudad se empieza a asemejar al actual. En el año 1180, Fernando II concede a los clérigos los privilegios de la ciudad -el Foro dos Crétigos-, a la que llama Cruña. Su hijo, Alfonso IX, otorgó a la urbe los archi mencionados fueros -para ser exactos el Fuero de Benavente-, su carta fundacional y todos los privilegios de una ciudad. Fue en junio de 1208 y de ahí que este año se conmemore el 800 cumpleaños del pueblo que Brigo llamó Corny.

Pero la batidora de bautizos que sufre la ciudad es infinita. También se conoce como Crunia, una de las poblaciones conquistadas por Carlomagno según la Crónica del Pseudo Turpin, de la que existen casi tantas incógnitas sin despejar como del nombre de la urbe coruñesa. De esta crónica no se conserva el original pero tampoco se sabe a ciencia cierta la fecha en la que se acabó de escribir

-entre mediados del siglo XI y mediados del XII-. La variedad de nombres que posee esta ciudad de la zona más septentrional de Hispania, rocosa y rodeada de mar, es casi a gusto del consumidor con la llegada del siglo XIV. Frente a las dos facciones actuales -una defiende a ultranza A Coruña, mientras su rival exige que también pueda ser La Coruña-, cada autor la nombraba de una forma distinta: Crunia, Crunna, Corunna, Curunia... incluso empieza a aparecer la forma castellanizada: documentos del siglo XV hablan de cibdad de la Corunna (ciudad de la Coruña), frente a otros en los que aparece como cibdad da Coruna (ciudad de A Coruña). Sin saberlo, los coruñeses de entonces habían creado el germen del debate actual, cuando la fórmula castellana contamina los escritos oficiales. Para cortar por lo sano, hay quienes optan por decir: "Ni para ti, ni para mí"; y apuestan por que la ciudad sea Coruña. Sin artículos. Expertos lingüistas e historiadores apuntan a esta teoría de una localidad que no necesita como acompañante una A o una La. Se basan en textos de los siglos XIV y XV para corroborar sus tesis. Cuando hablamos de cibdad de la Corunna o de cibdad da Coruna, en ninguno de los dos casos aparece el artículo en mayúscula, por lo que no se incluye como parte del nombre oficial de la urbe. Esta posibilidad abre el abanico a esta tercera opción, que corta de raíz el debate sobre si a Coruña le queda mejor A o La. De paso, solucionaría enfrentamientos tan estériles como el del topónimo floral de Alfonso Molina, de donde desaparece y reaparece la L según quien lee el adorno; un decorativo que el Ayuntamiento ya anunció que sustituirá por una Torre de Hércules para evitar nuevos actos vandálicos indeseados. "Es una polémica ridícula que hace un flaco favor al idioma y a la normalización lingüística. El topónimo es A Coruña, exista o no adorno floral. Entre discutir si vamos a poner Coruña, A Coruña, La Coruña o si lo ponemos en latín, prefiero que se quite todo", afirmó hace dos semanas la responsable de Normalización Lingüística, Ermitas Valencia, cuyas tesis sobre potenciar el uso del gallego no han sentado nada bien en el PSOE.

¿Qué significa Coruña?

Es la pregunta del millón de euros. Se han escrito tantas páginas y se ha gastado tanta tinta para analizar el por qué A Coruña es A Coruña, como variaciones ha sufrido el propio topónimo a lo largo de la historia.

Muchas hipótesis se dirigen a una correlación entre su nombre y las características geográficas de la zona, un lugar rodeado de agua, de suelos pedregosos... y alumbrado por la Torre de Hércules, que también tiene sus propios adeptos en este asunto. Así, durante el reinado de Fernando II, la ciudad se llegó a conocer como Columna o Colunna, en referencia a la gran columna que es el faro romano desde su privilegiada ubicación.

Otros autores prefieren centrarse en la raíz celta Kor, cuya traducción sería roca o dureza. Sin olvidarse de la ya mencionada Corny, es decir, lengua de tierra. Los hay quienes se decantan por encontrar un parecido razonable con corona, como el catedrático de Gramática Pérez Barreiro, un concepto que haría referencia a la forma de la ciudad, delimitada por su geografía costera, por el océano Atlántico y la ría; mientras que otros ven con buenos ojos que el origen de la indescifrable Coruña venga de colonia, como núcleo de población, no como perfume.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Muy buen artículo, que demuestra la estupidez bizantina de los que discuten por un topónimo. Todos valen! Personalmente me quedo con el ni pa ti ni pa mi